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Año 1603 - 21d, 01h, 00m, 00s.
(Equinoccio de primavera)

La pared cubierta de vidrieras reflejaba una amalgama de colores sobre su cuerpo, que alumbrado por aquella luna incandescente suspendida entre las tinieblas del crepúsculo perfilaba un contorno que dejaba todo a la imaginación. A su derecha, un grabado del paraíso se enfrentaba a la efigie de un demonio recordándole las dos caras de su vida. Pasado y presente. Vida y muerte. Pero lo peor aún estaba por llegar.
Dormir en una iglesia no era plato de gusto para Clémence, pero la de Chartres no estaba tan mal. Tenebrosa, sí, pero nada que no hubiese vivido antes. Tenía 27 años, y arruinada desde los 25, se había dedicado a casi de todo. Esto excluía el pordioseo y la prostitución. Sería pobre de dinero, pero no de honra. A ojos de la sociedad debía seguir aparentando ser mademoiselle Germain.
Hurtaba en las joyerías cuando las confiadas sirvientas desaparecían tras el mostrador para buscar las ostentosas joyas que reclamaba -y que finalmente nunca compraba-, y lo mismo ocurría cada vez que visitaba una droguería. Comía casi a diario en casa de madame Sophie alegando su buena mano para la cocina aun sabiendo que eran sus sirvientas quienes cocinaban. Era aquí donde robaba una hogaza de pan para la cena, que ingería después ávidamente mientras hacía lo que podía por ocultar su cama en el suelo de la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora.
Cleménce aparentaba ser una mujer religiosa, aunque sus miradas al joven cura estaban siempre tiznadas de un aire de depravación que era fácil observar, y veía a los muertos ajenos como un hueco donde hincarle el diente al bollo. Sí, definitivamente también saqueaba nichos y tumbas cuando se presentaba la oportunidad, aunque esto era ya más complicado.
Aquella noche, como era ya menester, recogió varios de los cojines que adornaban los bancos en los que rezaba la clase alta y los tendió encima del entramado bicolor que cubría el eje de la nave central de la iglesia. Cleménce se tumbó sobre los cojines y cerró los ojos. Soñó que estaba en un campo lleno de flores anaranjadas en el que decenas de personas disfrutaban de una opulenta merienda. De una belleza singular, arrancó una de las flores. Entonces, en medio del caos que reinaba en aquella acampada, el corsé que ceñía su costado se cerró de tal forma que los crujidos de sus costillas rotas se ahogaron con el grito de su último aliento.
A la mañana siguiente, un ramo de tulipanes rojos ocupaba el lugar de Clémence. Nunca más volvió a saberse de ella.


Año 2003 - 21d, 01h, 00m, 00s.
(Equinoccio de primavera)

- Señoras y caballeros, miembros de la tripulación pasarán a recoger los restos de su cena. Por favor depositen los desperdicios en el carrito de la basura.
El cielo estaba densamente poblado de nubes y no había ni rastro de la luna. No obstante, el viaje estaba resultando fácil. Un par de azafatas habían tenido problemas con un tipo que había bebido demasiado, pero por lo demás, tanto Abby como Joseph, piloto y copiloto respectivamente del vuelo K-230 Roissy-Schiphol de la compañía Air Europa, estaban bastante satisfechos con el viaje.
Abby comprobó en el ordenador el piloto automático. Coordenadas 52º12í31ííN 04º45í50ííE. Estaban a punto de llegar a su destino.
-Señoras y caballeros el vuelo K-230 con destino Schiphol está próximo a su fin. Por favor regresen a sus asientos, abróchense los cinturones, pongan el respaldo en posición vertical, recojan sus bandejas y coloquen su equipaje de mano en los lugares indicados. Gracias.
Segundos después el avión comenzó a descender. Entonces, un cambio imprevisto en las coordenadas (48º26í51ííN, 1º29í14ííE) produjo un giro en la nave que hizo que cayera en picado sobre uno de los numerosos campos de tulipanes que bordean la ciudad de Ámsterdam. Saltaron las mascarillas. Una terrible explosión. El fuego que desprendían los restos del fuselaje se camuflaba con el mar de flores rojas. La única superviviente, una joven francesa que se alzó entre los escombros a la llegada de los equipos de rescate.
- Qui êtes vous? Quíest-ce que je suis en train de faire ici?*

*¿Quienes son ustedes? ¿Qué estoy haciendo aquí?


Jorge,
La pluma de Calipso
Me ha encantado. El título es así como, entra que hay algo que nunca leíste.

El fuego que desprendían los restos del fuselaje se camuflaba con el mar de flores rojas. La única superviviente, una joven francesa que se alzó entre los escombros a la llegada de los equipos de rescate.


:'(
Me ha gustado mucho estos textos tan extensos normalmente me aburren pero este no tanto.
Jorge CRACK!!
¡hey! Esta guay. Mola como se queda todo. Es de esos relatos que te dejan ... ¿Que pasará? Que no se dice nada de lo que ha pasado pero se sabe que es.

Yo estoy trascribiendo uno mu extraño que cuando termine de transcribir (lo escribí en un cuadernico y no veas que floejra me da pasarlo al ordenador) lo publico o algo.

¡Soy el fantasma de Habtium! Me dedico a reemplazar aquellas cuentas que han sido eliminadas. 👻